miércoles, 23 de noviembre de 2011

ALGUIEN SE REDESCUBRE


Interlocutora: ¡Parameshwar! Hablando de la autopercepción o de la sensación de ser…, la semana pasada tuve una experiencia que realmente me impactó mucho. En meditación, desde que vengo aquí, he intentado poner en práctica tus enseñanzas, mirar hacia dentro y encontrarme como la observadora de todo lo demás, como consciencia, como el sujeto que ve, que oye todas las cosas. Intento ser consciente de mi cuerpo en contacto con la silla donde medito para ver que yo no soy mi cuerpo. He venido haciendo esta práctica durante un tiempo.

Pero el otro día me acaeció algo de manera espontánea y fuera de la meditación. De golpe me vi la cara en un espejito, y de repente yo me sentí con la misma sensación interior que cuando tenía unos seis o siete años. Pensé que si a los siete años me hubiera visto en el futuro como soy ahora, no me hubiera reconocido, porque actualmente no soy en absoluto físicamente la misma. Si me hubiera proyectado entonces con mi imaginación, en la imagen obtenida sería mucho más guapa de lo que soy ahora. Seguro.

Y, sin embargo, aún no reconociéndome en absoluto como la misma persona respecto del físico, nunca me había sentido tan yo misma, porque yo soy consciencia que examina un cuerpo objetivo. Es decir, mi cuerpo era algo externo a mí, era algo objetivo, examinaba mis rasgos físicos como hubiera podido examinar esa silla o la mesa o a cualquier persona que no fuera yo. Y a la vez tenía la sensación de ser yo, la única yo que puede observar el exterior. La misma que era cuando tenía siete años y que me ha acompañado toda mi vida hasta ahora.

Es que me es difícil de explicar, pero me di cuenta de que ese ser interior que soy, esa consciencia interior, es la que soy yo, la que siempre he sido y la que siempre seré hasta que me muera, aunque muera con cien años; siempre seré la misma. Mi cuerpo seguirá cambiando, pero yo siempre seré igual a mí misma, jamás podré decir “yo” y sentirme ser otra persona.

Me resultó muy impactante y estuve en un estado de silencio interior de forma natural. No me venían pensamientos a la cabeza. Se me paró la mente y los objetos de casa o de la calle me parecían más luminosos, vivos. Hasta las sombras de los objetos o de los árboles tenían brillo.

Desgraciadamente, ese estado me duró dos días y se me pasó. Otra vez la carraca mental ha aparecido

¿Puedes explicarme por qué ha desaparecido ese estado y qué debo hacer ahora?

Muchas gracias.


Parameshwar: Bueno, ¿qué más quieres saber, qué necesitas más? ¿Ha desaparecido? Consíguelo de nuevo, ¡tú ya sabes qué hacer!

Lo que tú quieres es volver a ese estado, pero estás mirando hacia el lugar equivocado. No se trata de la fenomenología que rodea al cambio repentino de consciencia, los colores luminosos, los sonidos con eco, etc. Lo único que interesa es la toma de consciencia, el que te hayas dado cuenta de que el “Yo Soy” eres tú, que eres la misma de “siempre” y que, a pesar de que cambia el cuerpo, tú sigues percibiéndote igual que cuando eras niña. ¡Eso es lo único que vale!

¿Que qué tienes que hacer? ¡Ser! Sé y verás como los pensamientos dejan de fluir y mucho más. Esta es tu sadhana ahora, permanecer siendo YO en todo momento, y si pierdes tu presencia vuelve tranquilamente en ti. El Conocimiento que has adquirido se debe a la toma de consciencia de una realidad vívida, pues tú misma eres la Inteligencia que habita en este cuerpo, a medida que tu propia presencia se mantenga se irán abriendo los ojos del Conocimiento, pero eso ya vendrá solo.

Y en cuanto a por qué a desaparecido… es porque este no es tu estado natural, sin embargo, toda experiencia apunta a un nivel superior de ti misma y que es común a todos, accesible mediante el esfuerzo necesario para transcender el nivel actual. Estamos hablando de ignorancia, y su disipación implica siempre un cambio de pensar y sentir como humano. La Inteligencia que tú eres, al tomar consciencia del estado de Ser, se da cuenta automáticamente de que el estado “normal” no es el adecuado.

Shri Satguru Parameshwar maharajá

(Hundiéndome en mí mismo, el Advaita en la práctica, ediciones Índigo)

sábado, 5 de noviembre de 2011

LA VIDA ES AQUÍ Y AHORA

El mundo se alimenta del pasado y del futuro. Necesita para vivir, literalmente, al pasado, para tener una base de información sobre la cual proyectarse a lo que, por inferencia, especulación o miedo, cree que va a suceder en el futuro, y basa todo su andamiaje en el tiempo. El tiempo sustenta al mundo, y éste se alimenta del tiempo.

Si al mundo, que es lo mismo que decir la mente colectiva, le quitáramos el tiempo, colapsaría, se desplomaría automáticamente. Imaginen una película proyectada y su aparato proyector se detiene, ¿qué sucede? La imagen de la pantalla se paraliza, en realidad, podría permanecer los instantes en que la electricidad la mantuviese visible, pero como esa electricidad también es parte del mundo y necesita un tiempo y una distancia para trasladarse, también cesaría; y todo lo que estábamos viendo dejaría de existir.

Sin embargo, nosotros sí estamos, si existimos, “somos”, aunque la proyección externa termine. ¿Cómo sabemos que estamos todavía nosotros? Porque en cada respiración vamos más y más profundamente a la fuente de todo poder; esa fuente creadora de lo que parecía tan real en la pantalla. ¿Qué hacemos entonces?
Podemos crear nuevamente el mundo. Sólo que, ahora, lo hacemos desde la comprensión de la verdad de la cual no éramos conscientes; ya no repetimos fórmulas creadas en un bajo nivel de conciencia. Somos creadores en un nivel de conciencia superior. Todos los mundos estás siendo creados y destruidos en este instante. Creados y destruidos sin interrupción. La creación no termina, es expansión perfecta. Los conceptos de tiempo y de distancia son limitaciones mentales nacidas en laboratorios igualmente mentales, para ordenar pensamientos limitantes que no captan la conciencia creadora en su plenitud. ¿Qué haría la mente si supiera que no tiene tiempo? ¿Qué harías ya mismo si supieras que no te queda más tiempo? Ningún tiempo posible. ¿Qué harías? Ni siquiera puedes pensarlo, porque no hay tiempo ni para pensar. Lo único que podríamos hacer es “Ser”; ser lo que somos, ese ser que ha estado cubierto, velado por el tiempo, por un pasado que lo marcó y por un futuro que lo perturba y atrapa. Ese ser, de golpe, está libre de pasado y de futuro, entonces, sólo puede ser lo que es en este instante. Ya no responde a nada fuera de sí, únicamente es responsable de sí mismo, vive su único estado posible. Éste. Ya. Eso es lo que somos, y eso es lo que el mundo no quiere que seamos, porque si despertamos, el mundo pierde todo control, pierde todo poder.

¿Cómo puede el mundo controlar a una persona que sabe que es libre, que ya sabe que no hay nada que pueda o no sucederle en el futuro, porque todo futuro depende del ser en estado presente? Un ser que expresa su capacidad, su libertad, desconoce todas las limitaciones sobre las que se basa la sociedad. Como no responde al tiempo, se quita automáticamente toda la información del pasado, es decir, el sufrimiento acumulado que nos convierte en peones patéticos de un partido de ajedrez que ya está perdido de antemano.

Un ser que despierta, que se recrea, que sólo usa la mente para recordarse a sí mismo en su estado puro, verdadero, libre, trascendente, ya no tiene más miedo al futuro ni dudas respecto de él, ni siquiera deseos de ser feliz, porque ya lo es en este instante, no tiene nada que lograr porque ya lo es todo, no tiene nada ni nadie de quien esconderse, porque no ve nada ni nadie separados de sí o en conflicto con el momento presente. Un ser así no se identifica con su cuerpo y lo recrea mientras lo está utilizando en el momento actual. Y, por sobre todo, no le tiene miedo a la muerte, porque sabe que no puede morir. Un ser así llega a un estado tan sublime, tan real, que sólo vive y genera vida en cualquier plano y situación en la que se exprese y manifieste. Un ser así es lo que tú eres.

Claudio María Domínguez

(Despertemos ya mismo)